La correcta dicción es una de las condiciones esenciales del buen maestro. Pero la buena dicción no basta; es necesario que el maestro sepa utilizar su voz como el instrumento que es, aprovechándola al máximo. Desde el punto de vista didáctico, interesan especialmente la claridad, la modulación, el timbre, la intensidad y el tono. De la armonización de estas cualidades depende que la voz se constituya en un factor de atracción o de rechazo por el alumno.